El día que llegué a Luang Prabang, a pesar de que estaba derrotada, no podía quedarme quieta. Había leído tanto sobre ella que sabía que tenía que salir a pasearla y esa tarde la luz acompañaba.

Del caos chino y un autobús que todavía no sé cómo circula por esas carreteras (y en el que luchaba por no darme con el techo) a la calma de andar a solas entre casas de aires coloniales y unos templos que me provocaron una sensación de familiaridad reconfortante. Es curioso, piensas que hay más de lo mismo pero, a la vez, el aire que respiras es bien diferente, tranquilo, relajado, preocupado y despreocupado al mismo tiempo.

Paseo por Luang Prabang al atardecerDe la misma manera, noté que los cambios están llegando a Luang Prabang, que dentro de poco los hoteles boutique y las pastelerías que venden pain au chocolat serán más que las casas de vecinos de madera tradicionales y los pequeños restaurantes con sus cestas de arroz glutinoso. Sin embargo, es curioso, el turismo avanza pero ella sigue siendo imponente, irradiando una identidad que engancha más que muchas otras ciudades del Sudeste Asiático.

Alrededores de Luang Prabang

En Luang Prabang fue donde me encontré, de pronto, rodeada de futuros amigos. Cosas del destino, Gema (con la que había estado unos días entre Chiang Mai y Pai) había ido haciendo buenas migas con otros viajeros mientras yo recorría Yunnan y esa noche allí me vi en uno de los bares más bonitos de la zona con una cerveza en la mano hablando de todo y de nada con ella, Milena, Victor, Jason, Ash, Vincent y Chris.

Entre excursiones a cascadas de aguas celestes, paseos en moto por las carreteras llenas de barro del otro lado del Mekong y (muchas) baguettes con bacon y tortilla, que pronosticaban algunos kilos de más en Laos, pasaron los días a lo tonto.

Templos Luang Prabang

¡Tinoní! Son las 5 de la mañana. Luang Prabang está a oscuras y tengo que despertar al chico de la recepción para que me abra la puerta. En menos de una hora empezaba una ceremonia sobre la que había leído docenas de veces, se trata de la Procesión de las almas. Al amanecer, en casi todas las calles de Laos, los monjes se desplazan lentamente, casi sin apenas hacer ruido, recolectando ofrendas que sus vecinos les hacen, demostrando de esta manera sus votos de pobreza y humildad. Los donantes ganan mediante el acto de dar méritos frente a Buda.

Procesión de las almas Luang Prabang

Me senté en un bordillo junto a un templo mientras las primeras luces del día empezaban a aparecer y ahí me temí lo peor. La feria estaba a punto de empezar: teleobjetivos, extranjeros con lugares asignados para hacer ofrendas, mujeres que intentan venderte sticky rice para que tú también les des. Mucho ha debido de cambiar en estos últimos años y los comportamientos de muchos turistas dan vergüenza ajena.

Luang Prabang ofrenda almas

Yo avanzo hasta casi el final de la pequeña península y, de pronto, suenan unos tambores que anuncian el principio de la procesión. En silencio, las mujeres sentadas en el suelo sobre una especie de alfombra cogían pequeños pedazos de arroz y otros alimentos y los depositaban en las limosneras de los monjes. Otro grupo sale de otro templo se aproxima y la ceremonia se repite.

Ofrendas en Luang Prabang

Procesión Luang Prabang

Recuerdo pensar en lo increíble y sencillo del acontecimiento, fuera del sentimiento religioso, es bonito verlo como un acto comunal de dar.

IMG_6573 (Copiar)

A las 6:30 todo había acabado y Luang Prabang se despertaba poco a poco. Es tiempo de aprovechar el frescor de la mañana y recorrer en calma las calles y templos del pequeño centro. Un nuevo día ha comenzado, es el momento de comprar unas frutas en el mercado, zamparse una buena baguette y sentirte un poquito más vivo.

Mercado Luang Prabang

Datos útiles

Es común llegar a Luang Prabang en barco desde la frontera con Tailandia, sin embargo, yo llegué desde Kunming (China) en el único autobús que hace el recorrido. Desde la Estación Sur de autobuses sale cada día a las 18:30 y cuesta 398 RMB. El trayecto dura unas 25 horas, dependiendo de cuánto se tarde en pasar las fronteras entre ambos países. El autobús es cama y conviene pedir que sean individuales, ya que compartir cama durante tanto tiempo con un perfecto desconocido no es lo más agradable… El bus no tiene baño, aunque hace varias paradas (yo misma pedí que hiciese una y me fui detrás de unos matojos…)

Dormí en la Mojo Guesthouse, una pensión limpia y tranquila, a un paso del centro, el mercadillo nocturno y el bar más chulo del Sudeste Asiático, Utopia. Además de habitaciones con y sin aire acondicionado tienen un cuarto con varias camas que hace de hostel por 35.000 kips la cama. No es nada para tirar cohetes pero no está mal.

Para acceder a muchos de los templos de Luang Prabang hay que pagar; sin embargo, muchas veces son mucho más bonitos por fuera que por dentro y si madrugas mucho y te quedas tras ver la ofrenda a los monjes los tienes para ti solo y gratis. Además, merece la pena cruzar hacia el otro lado del río con una moto o una bici (el barco cuesta 5.000 kips por persona y por moto) para conocer el pueblecito de Bang Xieng Maen. Los atardeceres desde la colina Phousi (20.000 kips) son también dignos de mención.

Otras de las grandes atracciones de la ciudad son las cuevas de Pak Ou y la cascada de Kuang Si, en ambas la entrada cuesta 20.000 kips. Más recomendable para el baño y también bonita es la cascada Tad Sae, a la que cuesta 15.000 kips entrar.

No te olvides de ir a desayunar-comer-cenar baguettes en la zona cercana al mercadillo nocturno, hay un montón de puestecillos que venden buen café laosiano y estas delicias. En el night market también hay algunas opciones pero no es gran cosa.

Para salir hacia Vang Vieng hay minivans que cuestan entre los 40.000 y los 50.000 kips. El trayecto dura unas 3 o 4 horas y ¡cuidado que vienen curvas!

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