La furgoneta se deslizaba por la carretera que une Luang Prabang y Vang Vieng como si bailase entre montañas de un color imposible. La calzada empezó siendo una marabunta de socavones pero mejoró al poco tiempo, haciendo del viaje un agradable recorrido por los paisajes de Laos.
De pronto, comenzamos a bajar desde de los 1.700 metros sobre el nivel del mar hasta alcanzar un valle en el que un río serpenteaba tranquilamente a través de la vegetación selvática. Apareció y siguió con nosotros hasta que llegamos a Vang Vieng.
Si tuviera que decir una ciudad que represente la “pancake trail”, esa sería Vang Vieng. Las decenas de carteles ofreciendo sándwiches y pancakes, los flyers de barras libres de la noche de antes tirados por las calles y el soniquete de fondo de capítulos eternos de Friends convierten a este pueblo en el hogar del mochilero por unos días. La fiesta, ya venida algo a menos tras el cierre de muchos de los bares del río, aún así, no empaña el escenario de fondo, que intuyo que siempre fue tan impresionante.
Milena y Víctor, italiana y francés recorriendo Asia y Australia y quienes podrían ser portada de una revista de moda, reservaron para todos un hotel junto al río. En cuanto llegué, sabía que no iban a ser solo dos noches las que estaríamos. La terraza con vistas, los baños junto a los niños y la tranquilidad de Vang Vieng al final nos engancharon durante cuatro días.
Entre ratos de no hacer nada, charlar, hacer confidencias a quienes hace dos días eran desconocidos, escribir y dar vueltas por la pequeña ciudad me uní a un día de kayak por el Nam Ou. De nuevo, me vi entre montañas con forma de dragón e intentando hacer las paces con los remos y lo que al principio me pareció un tostón de plan, se convirtió en uno de los días más divertidos que pasé en Laos.
En Vang Vieng ya queda muy poca de la fiesta por la que antes era famoso y, a pesar de la poca esencia que le queda a este pueblecito del centro de Laos, recuerdo con cariño esos días simplemente viviendo, disfrutando la vida junto al río.
Datos útiles
Para llegar desde Luang Prabang pueden tomarse algunas de las furgonetas que las agencias locales ofrecen por unos 40.000 kips. El mismo precio se paga por el transporte hasta Vientián.
Esas noches dormimos en River View Bungalows. Se trata de unos cuantos bungalós junto al río con terraza individual y baño incluido con ducha de agua caliente, además de minibar y televisión. Compartí habitación con dos personas más, pagábamos por la tripe 140.000 kips. A pesar de que las chicas que llevan el hotel y el restaurante son poco habladoras, las habitaciones están limpias y el restaurante está bastante bien.
Hay opciones para desayunar y cenar en los puestecitos de baguettes por las calles de la ciudad, aunque los restaurantes tampoco son demasiado caros. Si quieres darte un homenaje y zampar una hamburguesa, hay una pareja de japoneses que han montado su propia hamburguesería y de la que hablé aquí.
La excursión de kayak de un día completo suele costar unos 100.000 kips e incluyen paradas en varias cuevas y en los dos-tres bares del río que quedan tras que cerraran los chiringuitos de tubing, además de la comida.
No es precisamente calma lo que yo recuerdo de Vang Vieng… Desde luego tiene mucha mejor pinta ahora, y solamente por el viaje desde Luang Prabang a través de las montañas merece la pena. Mucho.
Ahora solo quedan 3 bares abiertos en el río, en los que sigue habiendo “guerra” pero nada que ver con lo que he leído por ahí… O tuve suerte de ir en temporada baja o no sé qué pero yo allí estuve la mar de a gusto.
Y lo que dices, toda la razón, el paisaje es una maravilla.
¡Gracias por escribirme y feliz aniversario de viaje!