“En Kunming no hay nada que ver”, eso es lo que había oído y leído por aquí y por allá antes de pisar la capital de Yunnan.

Cansada, así fue cómo llegué a alguna de las estaciones de autobuses de la ciudad a las seis de la mañana tras un viaje infernal de 12 horas desde Shangri-La. Sumida en un nuevo caos, esta vez tenía la lección aprendida: respiré hondo, contuve mis nervios y, paso a paso, conseguí llegar a uno de los albergues que había visto en internet.

Los días en China estaban empezando a hacer mella en el cuerpo y en el carácter, cada vez más me sentía más cansada. Aún así, la curiosidad por esa ciudad olvidada se adueñó de mí y, unas horas de sueño después, me lancé a la calle en busca de unos noodles que sorber.

Noodles across the bridge Kunming

Kunming es rara. Digámoslo así, no es lo que uno se espera cuando ya uno lleva un tiempo explorando China. Es un mar de rascacielos tranquilo en el que es primavera todo el año, un enjambre de calles comerciales y zonas residenciales salpicadas por templos budistas y mercadillos tradicionales que chocan con tiendas de última moda. Casi seis millones de almas habitan Kunming pero no parece que se den codazos, viven en un bullicio organizado entre palmeras.

Un “aquí podría vivir yo” atravesó fugazmente mi cerebro mientras paseaba por el Parque del Lago Verde. La temperatura era perfecta, el ambiente de fiesta, una decena de grupos de personas que bailaban, cantaban, tocaban instrumentos musicales o practicaban taichi se repartían por todo el parque.

Calles de Kunming, Yunnan

Caminé un poco poco más al oeste hacia el templo de Yuantong, el lugar budista más importante de Yunnan. El edificio tiene más de 1.200 años de historia y, a pesar de que está excesivamente restaurado, me senté en uno de los rincones nuevamente a observar la vida de los templos chinos. Siempre hay detalles que, como occidental, supongo que a todos nos fascinan. Que si billetes falsos, que si incienso, que si alguien cantando, que si tortugas en el estanque, uno ya no sabe ni para donde mirar.

Yuantong Temple Kunming

No sé qué tiene Kunming pero dan ganas de pasearla. De pronto aparece un puesto de pinchos morunos regentado por un hui, una farmacia antigua que te deja embelesada o un rastrillo que mezcla flores, comida, animales de compañía y fundas para el móvil como si fuese lo más común del mundo. El mercado de pájaros y flores de la calle Yongdao es una de las atracciones turísticas de la ciudad pero no deja de ser un lugar habitual de compras para locales, y eso es lo más bonito de todo.

Pagoda del este Kunming

Saboreé Kunming como el que sabe que está en un lugar que no va a pisar en mucho tiempo. China me ganó una batalla que yo misma me inventé y aún no entiendo por qué fue así. Quizás viajé demasiado rápido, posiblemente la masificación turística me acabó cansando, pero a la mañana siguiente me desperté con la sensación de que tenía que salir de allí.

Tenía que irme y me fui. Libre, a mi aire, sin condiciones ni explicaciones, hice la mochila y me dirigí hacia otra estación de autobuses, donde me esperaba un bus en el que pasaría las próximas 26 horas hasta llegar a Luang Prabang, en Laos. Lo que yo no sabía es que de la soledad de los últimos días iba a pasar a compartir mis días con un gran grupo de amigos que me iban a perseguir en los meses siguientes…

Pero esa ya es otra historia y tengo ganas de contarla 🙂

Datos útiles

Doce horas en bus son las que separan Shagri-La de Kunming. Conviene preguntar en varias ocasiones para asegurarse de que los autobuses tiene camas, ya que el trayecto es largo y tedioso. El billete cuesta 237 RMB.

Una buena opción para dormir es el Kunming Cloudland International Youth Hostel. Es un albergue juvenil con mucho ambiente mochilero, situado en una buena zona, además de limpio. La cama en dormitorio compartido para seis personas son 45 RMB y cada litera tiene enchufes, el wifi funciona bien y el restaurante del hostel es agradable y no demasiado caro.

Es interesante probar los noodles típicos de Kunming: crossing-the-bridge noodles. Se trata de una sopa a la que tú mismo tienes que añadir el contenido de un montón de platillos que ponen en tu mesa. Cuenta la leyenda que un estudioso tenía que cruzar cada día hacia una pequeña isla mientras preparaba sus exámenes, por lo que su mujer, quien le llevaba la comida, se dio cuenta de que la única manera de que no se le enfriara la sopa tras cruzar el puente que unía ambos trozos de tierra era separar el caldo humeante del resto de ingredientes. Al llegar a su marido, se mezclaban todos los componentes y la sopa sabía igual de buena que siempre.

La entrada al templo de Yuantong cuesta 6 RMB pero el resto de atracciones en Kunming son gratuitas. A un par de horas de la ciudad se encuentra el bosque de piedra de Shilin pero yo decidí no visitarlo ya que estaba cansada y no me apetecía pagar los 150 RMB que cuesta la entrada.

Hay un bus diario desde Kunming a Luang Prabang (Laos) que sale de la Estación Sur de autobuses. Sale a las 18:30 y cuesta 398 RMB. El trayecto dura unas 25 horas, dependiendo de cuánto se tarde en pasar las fronteras entre ambos países. El autobús es cama y conviene pedir que sean individuales, ya que compartir cama durante tanto tiempo con un perfecto desconocido no es lo más agradable… El bus no tiene baño, aunque hace varias paradas (yo misma pedí que hiciese una y me fui detrás de unos matojos…)

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