Aviso: En este blog no todo es maravilloso, aunque me ahorre muchas veces detalles escabrosos, intento contar, ante todo, vivencias. Cuando escribo esto (unos meses después de haber salido de China) me baso en diarios viajes y, sobre todo, el sabor de boca, el recuerdo calmado por el paso del tiempo y este es el resultado…
Después de pasar un par de días entre Shaxi y Shiobashan la etapa por China tomó otro color. Me sentía mucho más animada y cómoda para seguir explorando por Yunnan, tenía ganas de seguir profundizando en esa cultura milenaria que tantas contradicciones nos causa a los occidentales. Así que, mochila en la espalda, me escupieron en una nueva ciudad: Lijiang me recibía lluviosa y gris.
Nuevamente comienza mi propio Pekín Express, la furgoneta me deja a las afueras sin tener ni la menor idea de hacia dónde ir. Le voy cogiendo ritmo a esta nueva dinámica viajera y me acerco a tres adolescentes que chapurrean inglés, he tenido suerte y me guían hasta el centro de la ciudad. Aquí es donde empieza de nuevo mi conmoción porque mire hacia donde mire habrá una tienda o un restaurante esperándome, un grupo de turistas locales chinos guiados por banderitas, un fotógrafo con una cliente disfrazada de la princesa Mulán retratándose por las calles de la ciudad… ¿Qué le han hecho a Lijiang? ¿Cómo sería antes de que decidieran explotarla hasta la saciedad?
Vagar por Lijiang es hacerlo intentando imaginar cómo serían un conjunto de calles flanqueadas por casas tradicionales naxi y canales grises salpicados por el verde apagado de los sauces llorones. Es perderse una y otra vez e intentar llegar a un punto alto para contemplar un mar de tejados color ceniza, salirse de las calles principales y evitar las horas centrales del día.
Avanzo con paso firme hasta el estanque del Dragón Negro y mientras lo hago, lo reconozco, me horrorizo, quiero salir corriendo de allí. La plaza central es un parque temático, el cartel del KFC luce orgulloso junto a lo que tuvo que ser un molino de agua, ¿qué le han hecho a Lijiang?
Hago trampas, únicamente saco la cámara en aquellos rincones en los que por azar no hay un turista armado de una réflex de último modelo y cuanto más las veo ahora mismo más me esfuerzo por pensar en cómo sería esta ciudad de cuento antes.
El estanque del Dragón Negro es la fuente de los canales de Lijiang, es un inmenso lago que me hace recordar a aquellos jardines japoneses tratados con el máximo mimo. Dicen que en invierno, cuando los días son más claros, puede verse la montaña nevada reflejada en el agua. Aquel día las nubes no me dieron tregua.
El sol empezaba a caer y el frío primaveral del verano de Yunnan se abría paso… Ese día, saturada y cansada me senté a reorganizar ideas frente a una buena hamburguesa de panecillos naxi pero esta vez en solitario, frente a un sauce llorón, saboreando y atesorando experiencias, a pesar de que los días traigan sorpresas agridulces como la de hoy, ¿para qué viajamos si no es para eso?
Datos útiles
Para llegar desde Shaxi tomo una furgoneta hasta Jianchuan por 10 RMB (una hora aproximadamente). Los autobuses desde Jianchuan hasta Lijiang no son frecuentes, así que puede hacerse el mismo trayecto en furgonetas privadas que salen cuando se llenan. El trayecto dura algo más de dos horas y el precio “occidental” son 50 RMB.
Una buena opción de alojamiento, sobre todo si vas a continuar hasta la Garganta del salto del tigre, es Mama Naxi’s. Se trata de un hostel bastante grande y limpio en el centro de Lijiang dirigido por una auténtica matriarca naxi. La cama en una habitación compartida para cinco personas cuesta 30 RMB. Cada día a las 7 de la mañana organizan el transporte hasta el punto en el que se comienza el tigre de la Tiger Leaping Gorge, con la posibilidad de que te lleven la mochila hasta Tina’s GH, donde puedes continuar hasta Shangri-La o volver a Lijiang.
Si tienes curiosidad por probar buena comida tibetana en un sitio agradable, el restaurante Lamu’s House of Tibet es muy correcto. Yo ese día me homenajeé con una rica hamburguesa naxi.
Aquí va un truquito para ahorrar algo de dinero (no digáis que lo habéis aprendido de mí): a partir de las 16:00 o 17:00 no suelen pedir el tíquet para entrar en la Black Dragon Pool, que cuesta 80 RMB (10 eurazos). Yo entré con paso decidido y nadie me paró… 🙂
Me da la sensación de que somos más sensibles a esta explotación turística cuando nos pilla fuera. Al final, si lo piensas bien, ocurre lo mismo con muchos pueblos pintorescos o históricos de España, incluso con barrios. Sólo hay que ir a Patones de Arriba, por ejemplo, para ver en qué se convierte un pueblo cuando los turistas se empiezan a interesar en él. Lo malo es que la mayoría de las veces estos lugares no hubiesen sobrevivido si no fuese por ese interés paisajístico, pseudo etnográfico y comercial al fin y al cabo. Un dilema difícil, ya que nosotros mismos fomentamos esa mercantilización de los lugares con nuestras visitas y posterior difusión.
En todo caso: ¡me encantaría ir a Yunnan!!!
¡Asier! Tienes toda la razón, quizás cuando estamos en el extranjero nos fijamos un poco más en esto. Aún así, es que en China (y sobre todo en esta zona) se han pasado 30 pueblos… Nuestros pueblos, aunque restaurados, siguen conservando al menos un poquitín su esencia mientras que en el caso de Lijiang y Dali todo parece un parque temático de tan reformadísimo que está. Bien es cierto lo que dices también, la culpa no es más que nuestra.
¡Y yo te animo a ir!
Hola! Buen post! Me paso lo mismo que a ti, un poco en todo China donde convierten los lugares en centros de atracciones turisticas! Para recorrer Lijiang siempre recomiendo salir muuy temprano, para que vean despertar el pueblo poco a poco, cuando no hay nadie mas que los locales abriendo sus tiendas o incluso desayunando, todo sin turistas 🙂
Saludos!!
¡Hola Margarita!
Gracias por escribirme 🙂
Así es, hay que salir súper temprano que sino viene la marabunta…¡es lo mejor!
Un saludín,
Claudia
Ayyyy esa sensación… esa sensación que cada vez más veo en todos (o casi todos los lugares) que visito. Me pasó en Indonesia el octubre pasado, apenas pude disfrutar del sur de Bali, pensando todo el rato que estaba ayudando a cargarme lo que todo el mundo decía que era un paraíso… pero que yo no vi así. Y le encontré su aquel por la gente, la comida, las playas, los momentos… pero no me pude quitar esa sensación.
Y veo que China a ratos también es así. No he tenido la suerte de conocer este país, pero espero poder hacerlo algún día 🙂
Saludos viajera!
Irene
http://mundoturistico.es
Ay, Irene… Pues si Bali te pareció un circo (ojo que a mí también) creo que la impresión de China fue aún peor para mí 🙁
Aún así, tienes que ir a verlo con tus propios ojos, que ¡seguro que te gusta hacer el experimento!
Un saludo a ti también, ¡buenos aires viajeros!