Descorazonada. Horrorizada. Fascinada.
Así fue cómo me sentí después de aquella madrugada en el corazón del Ijen, el volcán más al sur de la isla indonesia de Java. Cuando me monté en el coche de vuelta al hotel tenía un cóctel de sentimientos difícil de explicar.
Ahora, un año después y con la cabeza un poco más ordenada, puedo decir que mi segundo viaje por Indonesia fue como hacerlo montada en una montaña rusa. Tras un mes de octubre intentando adaptarme al viaje con otra persona, noviembre fue el mes más emotivo, bonito y difícil al mismo tiempo de ese primer tramo de viaje.
Indonesia consagró amistades, trajo nuevas y me dio grandes dosis de lugares increíbles. Nusa Lembongan y Komodo fueron la cura marina que necesitaba y, tras ellos, el cráter del volcán Ijen me hizo casi colapsar.
Hay veces que la realidad supera a la imaginación y el paisaje del Kawah Ijen parece sacado de un planeta diferente al nuestro, sobre todo cuando vives la experiencia en primera persona y eres capaz de sufrir una mínima parte de lo que lo hacen quienes allí trabajan cada día.
La subida
A la una de la mañana sonó el despertador. Algo más abrigada de lo habitual anduve como una zombie hasta el coche que nos llevó hasta las puertas. Café de por medio, comencé la subida a oscuras junto a un montón de mineros sonrientes.
El frío no era excesivo y, conforme la cuesta se hacía más empinada a lo largo de los tres kilómetros de camino, las capas de ropa iban sobrando. Llegó el momento de mirar hacia abajo y contemplar una de las minas de azufre más importantes del Sudeste Asiático.
A las cuatro, en la más plena oscuridad, nadie era capaz de imaginar lo que la luz del día desvelaría. En ese momento, me sentí en un lugar muy diferente al que había estado antes. Mi vista solo alcanzaba a intuir una potente llama de fuego azul, de la que se desprendía una columna de humo con un fuerte olor a azufre.
Al borde del cráter me quedé sin palabras. Los gases del interior del volcán juegan creando caprichosas formas que solo se ven durante la noche. Un espectáculo que el visitante mira embelesado ese día, el pan de cada día de los más de 250 trabajadores en las condiciones más extremas que había visto nunca.
Kawah Ijen es la oficina de lo que a mí me parecieron unos súper hombres. Cada madrugada hasta bien entrado el mediodía, los mineros recorren los más de cuatro kilómetros hasta la fuente de sulfuro en tres ocasiones. Ida y vuelta. Dos cestas de mimbres unidas por un palo de madera y más de 80 kilos de placas amarillas que se venden a escasos 6 céntimos de euro.
Descorazonada.
Las luces del día levantaron el telón y el azul y el negro se convirtieron en un amarillo pálido y un azul turquesa que tiñeron mi cámara una y otra vez mientras me acostumbraba a respirar. El escenario era sublime. Simplemente de otro planeta.
Fascinada.
La mañana también desveló las marcas en hombros y cuellos. Sus caras de cansancio lo parecían menos mientras me sonreían y me preguntaban por mi país. A mí, que debía ser una caricatura de mí misma con la boca desencajada y los ojos acuosos, no me salían apenas las palabras.
El esfuerzo de estos hombres por sacar a sus familias adelante es simplemente descorazonador, sobrehumano, injusto. El dióxido de sulfuro de este infierno amarillo envenena sus pulmones, el peso les deforma la espalda, su esperanza de vida es inferior en 20 años al resto de habitantes de Indonesia.
El descenso
El cráter del Ijen está 200 metros por debajo de la altura máxima del volcán, 2.386 metros sobre el nivel del mar. El amarillo es el color más llamativo pero es imposible no fijar la vista en el lago más ácido del mundo, de un color verdoso que poco invita al baño pero que alegra a los ojos.
Ya trastocada, con una sobredosis de belleza en las pupilas pero con un montón de pensamientos contradictorios en la cabeza, el descenso siguió sorprendiéndome con paisajes que a oscuras ni intuía. Laderas en las que existen recuerdos de erupciones pasadas, árboles quemados… Kawah Ijen es sobrecogedor.
Así fue mi experiencia en este rincón del mundo. Una noche que todavía recuerdo como si hubiese sido la de ayer, que me dejó un sabor agridulce y, al mismo tiempo, sedienta de mucho más.
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Cómo llegar:
Llegar al volcán Ijen desde Bali es sencillo y puede hacerse por libre. Únicamente hay que ir temprano a la estación de buses de Denpasar, Ubung, y coger el primer autobús a Gilimanuk (el puerto). El bus, que cuesta 35.000 rupias y tarda unas 4-5 horas dependiendo del tráfico, deja justo donde se encuentran los ferrys.
Los barcos hasta Ketapang (en Java) son frecuentes, cuestan 8.000 rupias y tardan entre 30 minutos y una hora. Una vez allí, negocia precios de un bemo hasta Banguwangi, la zona de hoteles. Nosotros pagamos 7.000 rupias cada uno.
Qué ver:
En Banyuwangi hay poco que hacer. Se trata del pueblo base del volcán, que se encuentra a algo más de 40 kilómetros de allí.
Nosotros éramos seis y conseguimos que nos llevasen y trajesen de vuelta por 70.000 rupias cada uno. La entrada al volcán fueron 100.000 rupias.
Dónde dormir:
Dormir se duerme más bien poco, ya que si quieres ver el fuego azul tienes que salir alrededor de la 1 de la madrugada. Aún así, a la vuelta, puedes dormir unas horas hasta el check-out.
Me quedé a dormir en el Berlin Barat Hotel por 100.000 rupias la habitación triple con baño. El hotel es modesto y está algo sucio pero era suficiente para nuestro cometido.
Preguntamos en la recepción (como pudimos, el inglés era escaso) por el transporte hasta el volcán.
Cómo salir:
Estarás de vuelta en la ciudad alrededor de las 8 de la mañana.
Desde Banyuwangi encontrarás buses a otras zonas de Java como Jogyakarta (12 horas) o Probolinggo para ver el volcán Bromo (4-5 horas). También puedes iniciar el camino de vuelta a Bali exactamente de la misma manera que llegaste.
Si necesitas más información, no dudes en preguntar en los comentarios.
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Apasionante y bello
¡Muchas gracias! 😀
Hola! Me flipa tu blog! Y me está sirviendo de mucha ayuda para sacar ideas para mi aventura que está a punto de empezar! Una pregunta,la excursión a Kawah Ijen desde dónde la hiciste? Entiendo que fue organizado, verdad? Mil gracias y OLE TÚ! Lorena
Hola Lorena,
¡Perdona que vaya tan tarde pero estoy en Nueva Zelanda de viaje con poca conexión a internet!
Mil gracias por tu mensaje 🙂
Pues yo fui con un par de chicas que conocí directamente al pueblo y allí en el mismo hostal nos organizaron un coche que salía a la 1 de la madrugada y luego subimos por nuestra cuenta, ni guía ni nada. Es súper sencillo 🙂 espero que a ti te resulte igual.
Un abrazo y muy feliz aventura