Llevo unas semanas revolucionada. Entre conversaciones viajeras, búsquedas de vuelos a cualquier lugar y que poco a poco veo que se acerca el fin del invierno, se me vienen a la mente dos preciosas ciudades: Córdoba y Kioto.
Córdoba, mi casa, parece despertar del letargo cuando llega marzo. Huele a azahar (un olor que me traslada, esté donde esté, a hogar), los días comienzan a ser más largos y la ciudad se va preparando para su mes grande, el de mayo, en el que el festival de colores llega a su máxima expresión. Pero Córdoba en primavera merece que hable de ella en otra ocasión, más detenidamente.
También hace días que Japón me ronda por la cabeza. En realidad, me ha rondado desde que volví de aquel viaje allá por abril de 2013 y me ha apetecido salirme de la ruta y contaros con la ayuda de algunas fotografías lo que fue para mí pasear por los rincones de mi ciudad asiática favorita durante la floración del cerezo: Kioto.
¿Te vienes de paseo?
Compré el billete de avión a principios de febrero para salir a finales del mes de marzo y recuerdo pasarme aquellos dos meses fatídicos de espera observando la predicción de la floración de los cerezos. Ver la sakura, la flor del cerezo, en Japón era uno de mis sueños; sin embargo, como naturaleza que es, el fenómeno de la floración no tiene fecha preestablecida y depende de la temperatura, de las lluvias o la región en la que te encuentres. El cerezo florece de sur a norte del archipiélago japonés y no son pocas las páginas web en las que encontrar pronósticos e información exacta sobre el tema.
Tuve mucha suerte, las flores de los cerezos duran entre una semana y diez días y pude verlos en plena ebullición en aquellos primeros días de abril que disfruté en Japón. Blanco y rosa, blanco y rosa y, no solo eso, la pasión con la que vive el pueblo japonés esos días fue para mí una pura inyección de alegría.
Ir a Japón en estas fechas es encontrarse con bodas, sesiones de fotos de chicas vestidas de maikos y geishas y parques repletos de gente celebrando hanami.
Mirar flores, el hanami es uno de los grandes acontecimientos que no solo implica el fin del invierno sino también el comienzo de una nueva etapa, más fructífera y bella que la anterior.
Los parques de Kioto se convierten en una fiesta de color, en un macro-picnic de familias, grupos de trabajadores y amigos dispuestos a pasar un día bajo los cerezos charlando, comiendo y bebiendo. Además, es común que se monten pequeñas ferias llenas de puestos de comida e improvisados restaurantes bajo un techo incomparable, como ocurre en el precioso parque Maruyama del barrio de Gion, el barrio de las geishas. Recuerdo que aquel día casi daba saltitos de alegría mientras sorbía mis mori-soba (fideos fríos) ante semejantes borbotones de cerezos.
Si los jardines japoneses ya son impresionantes por sí mismos, recorrerlos con la flor de sakura es especial. El Santuario de Heian de Kioto tiene unos jardines espectaculares que merecen cada yen que se paga por entrar. El Paseo del Filósofo discurre durante dos kilómetros junto a un canal atravesado por varios puentes y, aunque ahora es un poco más difícil meditar con tanta gente en el camino, contemplar los cerezos en esta zona de Kioto se ha convertido en algo imprescindible en estos días de primavera.
Kioto es una ciudad llena de historia, con aires imperiales y repleta de templos tan espectaculares como el Kikaku-ji (el Pabellón de Oro), el Ginkaku-ji (el Pabellón de Plata) o el Ryoan-ji y su jardín zen. Pero si hay uno bonito en días de sakura es el Kiyozumi-dera o el templo del agua clara. Desde su enorme balcón de madera sujeto por cientos de pilares puede contemplarse un paisaje salpicado del blanco rosado de los cerezos en flor difícil de superar.
Si me preguntaran cuál es la calle más bonita de Asia (y creo que del mundo) diría que es Shirakawa-minami Dori, en Gion. Recuerdo salir del hostel aquel primer día en Japón y encontrarme con una calle de casas bajas enmarcadas por flores de cerezo, un precioso canal en el que las garzas campaban a sus anchas y escenas que tenía en mi cabeza desde hacía unos años. Sinceramente, me parecía estar en un cuento.
Al caer la noche, los farolillos se encienden, al igual que muchos de los templos y castillos como el de Nijo, que permanecen abiertos para delirio de todos. El yozakura consiste en observar los cerezos de noche, cuando parecen más rosados y el contraste con la oscuridad los hace, aún si cabe, más bonitos.
Y así, a lo tonto, he vuelto a empezar a soñar con flores de cerezos, con volver a Kioto, a Japón…
Kyoto para mi es la nº1… lo tiene todo. Adoro ese contraste entre lo cultural-ancestral y lo moderno-actual. ¿Mi barrio favorito? Arashiyama y sus bosques de bambú, sin duda. Genial la entrada y buenísimas fotos!
¡No me extraña! Para mí es una de las ciudades más bonitas del mundo 🙂
Arashiyama también es genial!
Muchas gracias por el comentario y los piropos 😀
Que pasada de fotos, todavía no he ido a Japón pero es uno de mis sueños.
¡Muchas gracias, Marta! Tienes que animarte, ahora los vuelos son mucho más baratos que antes y no es tan caro como lo pintan 🙂
Qué bonito los cerezos! Yo estuve hace un par de años pero fui en otoño, así que vimos los árboles en colores rojos y ocres preciosos. Me ha encantado tu artículo y me han entrado ganas de volver pero esta vez en primavera.
¡Muchoooooo! ¡Pues en esa época me encantaría ir también! Tiene que ser preciosa 🙂
Muchas gracias, ¡a volver se ha dicho!
que ganas de visitar Japón. los cerezos en flor son momentos sublimes para la vista y esta no es menos. un besito guapa
¡Tienes que ir! Muchas gracias por comentarme :))) un besote
Jo, si ya tiene que ser un lugar super bonito…. con los cerezos en flor tiene que ser una pasada estar y pasear por kioto en esta época.
¡Me encantan las fotos!
¡Tenéis que irrrrrrrrr! De verdad, ¡precioso!
Muchas gracias 😀