Llegó el momento de abandonar Vientián, esa pequeña capital en la que tontamente me sentía bien, tranquila y al mismo tiempo con ganas de seguir viajando. Al despertar, cogí la bicicleta y me aprovisioné de un par de baguettes recién hechas de pa-té y cilantro, ¿he dicho ya lo loca que me volvían estos bocadillos en Laos?

La ciudad estaba llena de vida a esas horas de la mañana: la luz, el griterío de los niños que van con ilusión al colegio, el bullicio temprano de quienes realizan ofrendas en los templos.

Armados con nuestras mochilas y mucha paciencia, a las 9 cogimos el songthaew hacia la estación de buses de Vientian. La nostalgia se apoderó de mí mientras recorría junto a Chris y Gema las calles de la capital de Laos por última vez.

Sonrisas de Laos

El autobús se paró (por fin) a las 16:30 tras recorrer el centro del país. La carretera 13 mostraba una sequedad poco habitual en esta zona del mundo; sin embargo, de pronto, al girar hacia el este en la vía número 8, la exuberancia volvió. Jungla, roca caliza puntiaguda en tonos negros como el carbón acompañada de curvas y socavones alegraron el larguísimo trayecto. Tras una breve parada en la pequeña aldea de Ban Na Hin, el paisaje volvió a cambiar: el bus rompía una gran explanada de arrozales de un verde intenso reforzado por esa luz tenue característica de la caída del sol. Las montañas calizas rodeaban la inmensa extensión de terreno y un pequeño río discurría en el sur.

Arrozales de Laos

Nuestra casa de aquellos días parecía un albergue suizo en Gridelwald entre un precioso paisaje verde. La aldea de Kong Lor está compuesta por un batiburrillo de calles, un par de restaurantes y unos cuantos albergues para los pocos viajeros que llegan atraídos por su misteriosa cueva. A Kong Lo llegó la luz hace un par de años, la (mala e intermitente) señal de internet solo estaba activa desde hacía un par de semanas.

Hotel Kong Lor

Aldea Kong Lor

La razón de ir hasta este perdido pueblo en el centro de Laos era su cueva de 7,5 kilómetros de profundidad pero todos nos llevamos un pedacito de la aldea en el corazón. Para mí Kong Lor es la esencia de Laos. Sonrisas curiosas, llantos de niños asustados, arrozales, un atardecer rosa.

Atardecer Kong Lor

Aquel día el idioma hizo que se nos incorporara Silvia en el grupo y disfrutamos de su risa casi el resto de días que pasamos en Laos. Cuando la noche cayó, tuvimos la suerte de ser parte de una ceremonia tradicional laosiana, el Baci. Se trata de un ritual que se celebra en ocasiones especiales con el objetivo de buscar la armonía entre el individuo y la comunidad. A la mañana siguiente partía un chico que había sido voluntario durante 4 meses en Kong Lor. Esa noche todos se reunían en el restaurante para desearle un buen viaje. Se congregaban alrededor del pah kwan, una pirámide de hojas de plátano, flores y arroz sobre bufandas de seda blanca.

Tras el rezo, se turnaban para colocar una tira de hilo en la mano derecha del homenajeado deseándole los mejores deseos. El color blanco simboliza paz, armonía, buena suerte, buena salud, la calidez humana y la comunidad. La ceremonia continuó con todos los asistentes y hasta yo misma recibí dos nuevas pulseras llenas de buenos deseos de unos rostros cálidos que unas horas atrás no había visto en mi vida.

La celebración se prologó a base de BeerLao y un whisky de arroz que corría como el aguardiente por la faringe…

Arrozales Kong Lor

Con la salida del sol y una tortilla y un sticky rice de por medio, nos encaminamos hacia la cueva. Por parejas y con dos barqueros nos montamos en las canoas hacia la pequeña entrada que poco hacía presagiar su profundidad y los techos altos que a unos cientos de metros encontraríamos.

Un poco antes de la mitad del recorrido, nos bajamos para contemplar unas bonitas formaciones de estalactitas y estalagmitas. Continuamos con las escasas luces de nuestras linternas frontales hasta el final de la cueva e iniciamos el silencioso camino de vuelta hacia la entrada del complejo salpicado por el sonido de los murciélagos que habitan la cueva y el rítmico movimiento que hacían los remos contra el agua.

Cueva Kong Lor

Y en Kong Lor no hay mucho más que hacer pero cuando escribo estas líneas, a unos miles de kilómetros de esa pequeña aldea, la recuerdo con mucho cariño. Salir a hacer fotos al atardecer, hacer yoga con toda la calma del mundo, reír con aquellos niños mientras tomaban su baño diario en el río son algunas de las pequeñas cosas que hacen que este sea uno de los rincones de Laos en los que guardo mis mejores recuerdos.

Kong Lor

Sonrisas entre arrozales

Datos útiles

El autobús número 29 sale diariamente a las 10:00 desde la estación de buses de Vientián hacia Kong Lor. El precio del billete comprado en la estación de autobuses es 80.000 kips, mientras que comprado en una agencia en la ciudad son 110.000 kips. Hay que considerar el transporte hasta la estación, a un par de kilómetros del centro. Si viajan varias personas, merece la pena compartir un taxi.

Para salir desde Kong Lor hay buses a las 6:30, 8:00 y  15:00 hasta Ban Na Nim. El trayecto dura una hora y media y cuesta 25.000 kips. Hasta la intersección con la carretera número 13 en Vieng Khan falta otra hora y media más y 25.000 kips.

En este momento toca esperar a alguno de los autobuses que se dirijan hasta el sur. Nosotros fuimos hasta Paksé negociando el precio por 80.000 kips. También puedes parar en Savannakhet. Desde Paksé puedes ir hasta las 4.000 islas parando en Makasang. Hay songthaews cada hora por 40.000 kips y el trayecto dura 3 horas. Allí se toma un barco hasta Don Det por 15.000 kips.

Las opciones de alojamiento no son muchas y son bastante humildes. Aunque hay posibilidad de alojarse en algunas casas de los locales, nosotros nos quedamos en Saylomyenh Guesthouse 2 por 40.000 kips la habitación doble y comíamos/cenábamos en el mismo restaurante del albergue.

La entrada al complejo son 2.000 kips a los que hay que sumar 10.000 kips por entrar a la cueva y el coste del barco. La canoa tiene capacidad para 3 personas (y dos barqueros) y los precios son: 110.000 kips para una persona, 120.000 kips para dos personas y 130.000 kips para tres.

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